10 September, 2004

Carta enviada al Presidente George W. Bush por el Cardenal Arzobispo de Boston Bernard Law

Señor Presidente,
Diga la verdad al pueblo, Sr. Presidente, sobre el terrorismo. Si las ilusiones sobre el terrorismo no son destruidas, la amenaza continuará hasta nuestra total destrucción. La verdad es que ninguna de nuestras numerosas armas nucleares puede protegernos de esta amenaza. No existe ningún sistema "Guerra de las Galaxias" (poco importa la técnica puntera, ni cuantos miles de millones de dólares se gastarán en estos proyectos) que pueda protegernos de una arma nuclear transportada en un barco, en un avión o un coche alquilado. Ninguna arma, ni de su arsenal, ni tampoco un céntimo de los 270 miles de millones de dólares malgastados cada año en el llamado "sistema de defensa" puede evitar una bomba terrorista. Es un hecho militar.
Como teniente coronel retirado y en frecuentes conferencias sobre la seguridad nacional, he citado siempre el Salmo 33: "Un rey no se salva por su ejército poderoso, ni un guerrero se salva por su fuerza". La evidente reacción es: "Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿No hay nada que podamos hacer para garantizar la seguridad de nuestro pueblo?". ¡Sí! Pero para entender esto, hay que saber la verdad sobre la amenaza.
Señor Presidente, usted no ha dicho la verdad sobre “por qué” somos el blanco del terrorismo cuando ha explicado por qué bombardearíamos Afganistán y Sudán. Usted ha dicho que somos el blanco del terrorismo, porque defendemos la democracia, la libertad y los derechos humanos en el mundo. Es absurdo, Sr. Presidente. Nosotros, somos el blanco de los terroristas, porque en la mayor parte del mundo, nuestro gobierno ha defendido la dictadura, la esclavitud y la explotación humana. Somos blanco de los terroristas, porque somos odiados y nosotros somos odiados porque hemos hecho cosas odiosas. ¿Cuantos son los países en los que agentes de nuestro gobierno han expulsado a líderes de esos pueblos y los han reemplazado por dictadores militares, marionetas deseosas de vender su propio pueblo a grupos multinacionales americanos?. Nosotros hemos hecho esto en Irán cuando los Marines y la CIA han derrocado a Mossadegh, porque tenía la intención de nacionalizar la industria petrolífera. Nosotros lo hemos reemplazado por el Shah Reza Pahlevi y hemos armado, entrenado a su odiada guardia nacional, la SAVAK, que redujo a la esclavitud, brutalizó al pueblo iraní, para proteger los intereses financieros de nuestras compañías petroleras.
Después de esto, ¿es difícil imaginar que existan personas que nos odien en Irán?. Nosotros lo hemos hecho en Chile, lo hemos hecho en Vietnam. Más recientemente lo hemos intentado hacer en Irak. ¡Está claro! ¿Cuantas veces lo hemos hecho en Nicaragua y en otras repúblicas de América Latina?
Una y otra vez hemos destituido a los líderes populares que querían repartir la riqueza de su tierra para que el pueblo la gestionara. Los hemos reemplazado por tiranos asesinos, que vendían su propio pueblo mediante el pago de enormes sumas de dinero que engrosaban su cuenta bancaria privada, para que la riqueza de su propia tierra pudiera ser acaparada por Sociedades tales como: Domino Sugar, United Fruit Company, Folgers y otras parecidas. De país en país, nuestro gobierno ha obstruido la democracia, ha estrangulado la libertad y ha pisoteado los derechas humanos. Es por esto que somos odiados en el mundo y es por esto que somos el blanco de los terroristas.
El pueblo de Canadá goza de libertad y de derechos humanos, como el pueblo de Noruega y Suecia. ¿Ha oído que las Embajadas canadienses, noruegas o suecas hayan sido bombardeadas?. No somos odiados por practicar la democracia, la libertad y los derechos humanos. Somos odiados porque nuestro gobierno rehusa todo ello a los pueblos del Tercer Mundo, cuyos recursos son codiciados por nuestros grupos multinacionales. El odio que hemos sembrado, se vuelve contra nosotros amedrentándonos con el terrorismo y, en el futuro, con el terrorismo nuclear. Una vez que está dicha la verdad sobre las razones de esta amenaza y una vez entendida, la solución es evidente. Debemos cambiar nuestras prácticas.
Liberarnos de nuestras armas nucleares (incluso si es necesario unilateralmente), mejorará nuestra seguridad. Cambiar drásticamente nuestra política exterior, la consolidará. En lugar de enviar nuestros hijos e hijas por el mundo, a matar Árabes para tomar posesión del petróleo que hay bajo su arena, deberíamos enviarles para reconstruir sus infraestructuras, procurarles agua potable y alimentar a los niños hambrientos. En lugar de seguir matando todos los días a miles de niños iraquíes por nuestras sanciones económicas, deberíamos ayudar a tos Iraquíes a reconstruir sus centrales eléctricas, sus estaciones de tratamiento de aguas, sus hospitales, todo cuanto hemos destruido y lo que impedimos se reconstruya por nuestras sanciones económicas... En lugar de entrenar a terroristas y escuadrones de la muerte, deberíamos cerrar la Escuela de las Américas. En lugar de apoyar la revuelta, la desestabilización, el asesinato y el terror en el mundo, deberíamos abolir la CIA y dar el dinero gastado por ella a organismos humanitarios.
En resumen, deberíamos ser buenos en lugar de ser malos. ¿Quién entonces intentaría detenemos? ¿Quién nos odiaría?. ¿Quién querría bombardearnos?.
Esto es, Sr. Presidente. Esto es lo que el pueblo americano necesita escuchar.

Bernard LAW, Cardenal-Arzobispo de Boston.

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